Por: Paola Tejerina
"Un
día de pequeño papá me enseñó esa cancha y desde ese día me enamoré de ella y
sus colores". Es así como comienza la historia de
los Villagras y su amor por el club Las Flores, hace 27 años Gustavo y Mariela
se mudaron a barrio Las Flores, caminando y conociendo, Gustavo llegó a una
institución que con el tiempo sería su segunda casa y la de sus hijos.
"Cuando
mis padres se mudaron a este barrio, mi hermano Agustín tenía 4 años y yo
recién nacía, vivimos a casi 20 cuadras del club. Mi papá llevo a mi hermano
a entrenar por primera vez y desde ese día, es hincha del Taladro, después cuando yo cumplí los 5 años me sume al club".
Como vecino recién llegado salió a recorrer el barrio, conocer el lugar, de tanto caminar llegó a un club humilde, poco a poco fue conociendo su historia, enamorándose y siendo su lugar en el mundo, en donde se olvida los problemas y sólo tiene una obligación, alentar a Las Flores pase lo que pase.
"Mi
viejo todos los fin de semana nos iba a ver, salía de trabajar a los 8 de la
mañana y a las 9 estaba conmigo, porque yo jugaba temprano y a la tarde se iba con
Agustín, siempre nos apoyó y alentó, era el primero en llevarnos a entrenar. Mi mamá también estuvo presente en todo, pero no es tan amante del fútbol como nosotros, pero los consejos y apoyó de ella nunca faltaron. Nosotros tenemos un amor muy grande por el club, siempre
estamos ayudando con mi hermano en cualquier cosa que necesitan. y mi viejo las veces que pudo dar una mano siempre estuvo".
¿Porque Las Flores y no San Lorenzo? Si los
dos están cerca, un suspiro profundo y dijo:
"Desde
el primer momento me di cuenta que las flores es un club bien familiar, donde
te vas a sentar a la tribuna y nadie te molesta, todos te respetan. Es un club
que vive de su gente, de la ayuda de los que aman la institución, cada paso
chiquito que se da, es porque un hincha estuvo dando una mano en ese
lugar".
El "Taladro" lo es todo para ellos,
no existe sábado que los Villagras no estén en la cancha, Juan jugando, Agustín
dando una mano y su papá fiel en la tribuna, mamá pendiente del celular por
cualquiera resultado, para esperarlos con un abrazo contenedor o un beso de
felicidad. Así o más intensos son los días, pero cuando Juan debutó en primera
hace 8 años su familia se revolucionó.
"El
debut fue soñado, tenía 17 años cuando me tocó ser parte del primer equipo,
jugábamos con Huracán en nuestra cancha, ganamos 1 - 0. Recuerdo que desde el
jueves que dieron la lista no podía dormir, había esperado mucho este momento,
¿sabes lo que es jugar con la camiseta que uno tanto ama?, estaba muy nervioso,
pero me tocaba cumpliendo mi sueño, fue todo como deseé, ganar en nuestra casa,
con nuestra gente feliz, la verdad no me olvido más de ese día".
El primer clasificó que vivió la familia fue a
flor de piel, cuando el menor de los Villagras estaba en primera, mamá se
levantó temprano, preparó el desayuno y trato de mantener la calma toda la
mañana, para que no haya más nervios y que sea un gran día para todos.
"Cuando
sale el fixture los primeros en ver cuando jugamos el clásico son mi papá y
hermano. En casa se palpita una semana antes, y ya un día previo a jugar, NO DUERMO (risas), el sábado
temprano Agustín me cocina, mi mamá me pregunta si tengo todo y se fija que no
me falte nada. Mi papá me llama para darme ánimos. Mi hermano se va a comer con sus amigos y juntos van a la cancha, miras a un costado y él está siempre fiel, con la mejor cara aguantándome en todo. En mi familia el clásico se
vive aparte, es un día especial donde te levantas pensando en jugar y te dormís
soñando con el partido. ".
La vida de ellos siempre estuvo ligada a
través de una pelota, esa caprichosa fue la primera que compartieron los
hermanos, cuantas horas deben haber jugado, riéndose y soñando fútbol,
imaginando algún partido juntos, abrazados en la cancha festejando un ascenso,
una vuelta o simplemente un gol de alguno de ellos. Las Flores es su casa, por
eso cuando Juan habla de su club, el brillo de sus ojos es otro, está hablando
de sus colores esos que defiende adentro
y afuera de la cancha.
"Si
tengo que describir en una palabra el club, MI CASA, entrar por esa puerta a
la cancha es hermoso, no sabes la piel de gallina que sentís cuando te toca
salir al campo y la gente te alienta. En esa institución no sólo aprendí a
jugar al fútbol, me fui formando como persona, aprendes a valorar muchas cosas,
me di cuenta que con tan poco podes hacer grandes cosas. Entendí que a un club
lo ayudamos a crecer entre todos, jugadores, hinchas, técnicos y dirigentes,
cuando todos vamos para el mismo lado, las cosas salen como lo deseas. Además
este club me dejo grandes amigos, muchas enseñanzas y eso lo que
importa".
La familia y las flores siempre fueron de la
mano, después de un gran sábado con triunfo incluido, los domingos el asado del
abuelo Roberto no pueden faltar, pegado al asador quizás con algún fernet mientras habla con
Gustavo de fútbol o simplemente de la vida. Mientras ellos molestaban a su
abuela Irma quien les preparaba el postre, nada más ni nada menos que una
ensalada de frutas con helado, porque sabe que eso les encanta a sus nietos.
La mesa se hacía grande, todo es risas, hablando de fútbol y pasando un gran
momento familiar. La sonrisa de la abuela y la de la vieja son el mejor tesoro,
por eso los domingos de asado y hablando de Las Flores nunca deben faltar en
esta familia.
Así como se disfruta, también se sufre, no
todo es color rosa, porque si no sufrís no sos de Las Flores, la familia estuvo
más unida que nunca cuando el club se jugaba la categoría ante Bella Vista, el
corazón de muchos hinchas era una bomba, pero el de ellos peor, Juan sufriendo desde adentro, Agustín de aquí para allá esperando el silbato final, su papá gritaba en
la tribuna y su mamá prendida a la radio, más nerviosa que nunca, seguro alguna
lágrima de felicidad se le escapó cuando dijeron LAS FLORES ES DE PRIMERA, ella sabía mejor que nadie lo que esos
colores significa para ellos.
"En
la reválida con Bella Vista en 2018, Agustín estaba atrás del alambrado
siguiendo de punta a punta al línea, apuntándolo para que terminará el partido,
mi papá gritando desesperado para que el arbitro pitara el final, a nuestro técnico se
le bajo la presión, nosotros no dábamos más físicamente habíamos dejado todo.
Cuando terminó el grupo se abrazó, yo con la mirada busqué a mi papá y sólo
pude agradecer mirando al cielo ese gran objetivo que cumplimos".
Hoy las Flores jugará la segunda categoría de
Liga Cordobesa, pero su familia está más metida que nunca en club, ayudaron en
la cena aniversario 76 de la institución, siempre están sumando con cualquier
cosa que necesitan y sueñan para que este año el club vuelva a estar en la máxima
categoría.
"Ojalá
podamos cumplir el objetivo de ascender, es el deseo de todo el grupo, es una
espina que nos queremos sacar, sabemos que no fuimos solamente los culpables de
ese día sino todos, jugadores y dirigentes. Deseo que sigamos creciendo a nivel
social y deportivo, se están notando muchos de los cambios que se están
haciendo y todo es para el bien de nuestro club, eso es lo que a todos nos da
fuerza para seguir adelante y más fuerte que nunca".